[vc_row][vc_column][vc_column_text]Radar Político/Columna
Están próximos a cumplirse tres años de la muerte del cantante y compositor Juan Gabriel, uno de los más reconocidos y apreciados por el público en los últimos años en México.
Y aunque quizá no debamos decirlo, porque como el mismo Alberto Aguilera decía “lo que se ve no se juzga”, el abierto homosexualismo de Juan Gabriel era algo que no le importaba a un país tan machista como México.
El público amaba a Juan Gabriel. Cuando ofreció una serie de arrolladores conciertos en Palacio Nacional, allá por fines de los 90, una agencia informativa extranjera hacía notar ese cariño que le tenía la gente.
Con asombro el periodista reseñaba que incluso hombres bien puestos y machos alfa mexicanos, acompañados de sus esposas, novias o parejas, le gritaban al final del apoteósico concierto: ¡Te amamos Juan Gabriel! mientras le aplaudían a rabiar.
¿Contradicción mexicana? ¿Inentendible laberinto de la soledad del tejido social mexicano? ¿El México bárbaro con raíces de inclusión más profundas de las que suponemos?
Por estos días en Yucatán se anunció la presentación del cantante y activista puertorriqueño Ricky Martin, quien actuará el 21 de septiembre en el Monumento a la Patria, en el Concierto “Yucatán for Peace”, en el marco de la Cumbre Mundial de los Premios Nobel de la Paz.
No han faltado las voces que señalan que resulta contradictorio que se vaya a presentar un artista abiertamente homosexual, casado con otro hombre y con hijos, en fin toda una familia homoparental, en un estado cuyo Congreso ha rechazado en dos ocasiones el matrimonio igualitario.
Los ataques contra la organización del concierto han sido virulentos y tal vez hasta financiados, pero quien pretenda ligar ambos temas como en una ecuación matemática está olvidando que el tejido social (término tan socorrido por los gobiernos de unos años a la fecha) no se puede reducir a una suma, resta o multiplicación, porque en ciencias sociales no siempre uno más uno dan dos.
Vuelven a incurrir en el mismo error de suponer que Yucatán es separatista, extremadamente regionalista y con odio ancestral por los “fuereños”, y por lo tanto iba a rechazar a un candidato gubernamental que no era nacido en Yucatán.
No hay puente de unión entre las justas demandas que hacen los impulsores del matrimonio igualitario y el concierto por la paz que ofrecerá Ricky Martin para todo aquel que quiera ir, sea homosexual o heterosexual, porque el arte no tiene género, es universal.
La solución de este dilema tal vez está en aquella sencilla, pero rotunda frase de sabiduría popular con la que Alberto Aguilera le respondió a un periodista que quiso pasarse de listo: lo que se ve no se juzga.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]