[vc_row][vc_column][vc_column_text]La aspirante presidencial Ivonne Ortega Pacheco escribe en el sitio web La Silla Rota el siguiente editorial, sobre la democracia interna y las elecciones primarias en los partidos políticos de México:
CIUDAD DE MÉXICO.- En muchos aspectos, los usos políticos de los partidos en México han sido marcados por la cultura priísta del poder. No en balde el PRI, para bien o para mal, fue referente en ese aspecto durante más de 70 años, hasta la alternancia del 2000.
Durante décadas nos acostumbramos a términos como “tapado”, “dedazo”, “cargada” que definían el proceso singular en que mi partido, entonces llamado “el partidazo”, seleccionaba al candidato a la Presidencia de la República.
Todo un ritual que en realidad se reducía a una sola realidad: el presidente en turno, como gran y único elector, virtualmente “heredaba” su cargo a un afortunado elegido. Así de democrático. Y así en todos los cargos de elección popular.
Sin embargo en 2012, tras dos sexenios fuera de la presidencia, el PRI la recuperó con un excelente candidato que por vez primera no surgió de un dedazo sino de una competencia interna, en la que mucho tuvo que ver la opinión de los gobernadores priistas, incluyéndome.
Una campaña brillante de Enrique Peña Nieto, con el respaldo de todo el priísmo nacional, regresó al partido a Los Pinos. Y empezó la pérdida de competitividad electoral del partido.
¿Qué fue lo que pasó?
De repente los priístas y los ciudadanos, por supuesto, comenzaron a ver con mayor recelo las decisiones tomadas desde la cúpula, especialmente la selección de candidatos y el nombramiento de dirigentes.
Cada vez con mayor frecuencia se empezaron a dar las divisiones, los abandonos, las renuncias al partido de aspirantes inconformes con las decisiones que no correspondían a las preferencias de la gente.
Las cifras no mienten: de 2012 a la fecha, a lo largo de 24 procesos electorales estatales, incluso contando los que ha ganado, el PRI perdió más de 4.7 millones de votos, muchos de ellos por los conflictos motivados por las malas decisiones cupulares.
De 20 gubernaturas con las que el PRI inició en 2012, hoy sólo tiene 14; es decir, menos de la mitad de los gobiernos estatales del país.
Casos sintomáticos de malas decisiones en la selección de candidatos los podemos ver en Quintana Roo, donde además prácticamente le dimos candidato a la coalición del PAN – PRD que de otra forma no hubiera tenido ninguna oportunidad de triunfo; o Durango, donde el partido se fracturó, pero este tipo de decisiones cupulares también se han dado en la designación de dirigencias, con efectos similares en la
militancia.
Los priístas incluso están dejando de votar por el partido cuando el candidato no les convence o perciben que se trata de una imposición
Esto ocurre porque en el PRI, al igual que en el resto de los grupos sociales en México (y en el mundo), la gente, en este caso los militantes, cada vez quieren una mayor participación en la toma de decisiones.
Por otro lado, en nuestro país los partidos políticos literalmente viven del dinero público, miles de millones
de pesos se erogan anualmente para que existan y realicen sus funciones.
Sin embargo, los ciudadanos, que aportan el dinero para mantener a los partidos, no pueden participar en sus decisiones, específicamente en la selección de candidatos.
Cada partido tiene sus modos y ritos para designar a candidatos; los hay desde unos que, como el PRI, hacen reuniones de delegados o de consejeros, pasando por los que deciden por el voto de sus consejos más elitistas o está Morena, que incluso lo hace por tómbola.
Pero ninguno acude a la democracia, ni la Ley General de Partidos obliga a nadie a hacer elecciones primarias para la selección de candidatos. ¿No es esto irónico entre los que están obligados a ser promotores de la democracia en el país?
Por eso he iniciado, junto a otros compañeros militantes, la lucha por la democracia interna en el PRI y tuvimos nuestra primera batalla en la pasada XXII Asamblea, donde logramos que haya un piso parejo para militantes y externos en los procesos de selección de candidatos y también le pusimos un alto a los “chapulines”, aunque a muchos en la cúpula no les gustó porque vieron desaparecer su fuente de poder.
Ahora la batalla es en el Consejo Político Nacional, que se celebrará en pocos meses. Allí se decidirá si el PRI se pone a la vanguardia de los procesos electorales y opta por una consulta a la base militante y a la ciudadanía (elecciones primarias, pues) o regresa al dinosáurico “dedazo”.
Por lo pronto, inicié un recorrido por el país para hablar de este y otros temas con delegados, consejeros, militantes y simpatizantes del partido. Y también con los ciudadanos. Necesitamos de todo el respaldo posible para lograr la democratización interna del PRI. Y de los demás partidos en México.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]