Hace 37 años, cuando don Gabriel y doña Basilia llegaron a vivir a la calle 16 entre 67 y 69 de Montes de Amé era precisamente eso, un monte en el que no había nada, pero con el paso de los años todo comenzó a cambiar.
De unos años a la fecha su vivienda quedó atrapada por la plusvalía de torres de departamentos, residencias y privadas que encarecieron las propiedades.
El filón de oro en el que se convirtió su terreno no tardó en despertar la codicia de gente aprovechada, como el licenciado Rubén O., quien mediante un préstamo al nieto de los adultos mayores pretendió quedarse con la vivienda, actualmente valuada en cuatro millones de pesos.
El nieto solicitó un préstamo de 15 mil pesos, pero el joven dice que solo recibió 11 mil pesos, pero los pagarés estaban a nombre de otra persona.
Aprovechando que se trata de personas mayahablantes y sin escolaridad, el abogado, quien es editorialista de un periódico y tiene un programa radiofónico, configuró un fraude simulado para quedarse con la casa de la familia.
Para hacer el fraudulento trámite se valieron de la suplente de un notario público de Tizimín e hicieron una presunta compraventa por dos millones de pesos, pese a que la propiedad está valuada en cuatro millones de pesos.
Lo más grave es que don Gabriel y doña Basilia nunca recibieron un peso y sí fueron desalojados de su vivienda.
Gracias a la activista Ana María Ancona Teigell, que hizo las gestiones ante el gobierno del Estado, se logró que los adultos mayores recuperen su casa, a la cual volvieron este mediodía.
“Agradezco mucho la voluntad que mostraron el gobernador Mauricio Vila y la secretaria de Gobierno, María Fritz Sierra, para evitar que se concrete esta injusticia”, mencionó la activista, quien nunca quitó el dedo del renglón.
Fueron dos años en los que el matrimonio estuvo fuera de su casa. Hoy al regresar la encontraron sucia y descuidada, pero entraron con la firme convicción de que volverán a recuperar el hogar en el que crecieron sus hijos y hoy comparten con sus nietos.
El desarrollo de esa zona de la ciudad les permite tener un patrimonio valuado en una cantidad que nunca imaginaron.
Don Gabriel comenta que en la casa hay varios árboles de naranja que todos los días regaba, pero durante el tiempo que estuvieron fuera se secaron, pues quienes pretendían quedarse con la casa lo que menos les importaba eran las plantas, ellos solo pensaban en el dinero que podían sacarle al terreno.