Totalmente desaprovechado el fenómeno arqueoastronómico del solsticio del verano, pues a pesar de su importancia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Yucatán se abstuvo a efectuar evento alguno, por lo que nadie constató la precisión de los sacerdotes astrónomos mayas para determinar el cambio de estación.
El suceso sólo lo constató el custodio Antonio Keb Cetina, quien captó el momento de la bisección de El Castillo, pues al amanecer, debido a la posición del Sol, el costado Norte y Oriente quedaron completamente iluminados, mientras que el Sur y Poniente, en obscuridad.
Además del descenso de Kukulcán en la alfarda noroeste de El Castillo, en los equinoccios, de primavera y de otoño, en el también conocido Templo de Kukulcán también está alineado para constatar los solsticios, de verano e invierno, e incluso, el Sol en el cenit.
El astrónomo yucateco lamentó el desinterés gubernamental para fomentar la arqueoastronomía, pues el fenómeno del solsticio de verano lo descubrió en 1996, fue hasta 2007 cuando el INAH corroboró el suceso y lo validó, pero sólo en algunas ocasiones se ha divulgado de manera oficial y efectuado eventos para constatar la alineación.
El solsticio de verano, o máxima inclinación de la Tierra, se registró el pasado domingo 20, a las 22:33 horas de Yucatán, por lo que tanto ayer como hoy, el Sol prácticamente quedó “estático” en el noreste.
Es decir, el Sol tuvo su una máxima declinación al Norte, de 23 grados 26 minutos, concepto astronómico que los mayas utilizaron para marcar sus respectivos calendarios.
Hoy, el Sol salió a las 6:17 horas y se ocultó a las 19:42 horas, pero al sumar los 24 minutos que dura el crepúsculo matutino, y cifra similar para el vespertino, por lo que la duración del día fue de 14 horas y 13 minutos, por ende, la obscuridad será de nueve horas con 47 minutos.
En cuanto a los fenómenos arqueoastronómicos del solsticio de verano, se registran en edificios de diversas ciudades precolombinas, pero el más destacado es la bisección de El Castillo de Chichén Itzá, el cual ocurre minutos después del amanecer, entre las 6:30 y las 7:00 horas.
Resaltó que este acontecimiento demuestra la simetría que tiene este edificio prehispánico, por lo que “no es coincidencia, es intencionalidad”.
Afirmó que “es un indicador de que el constructor de El Castillo sabía también de astronomía”, pues en el caso del solsticio de invierno, el fenómeno ocurre a la inversa, pues se observa al atardecer. El costado Sur y Poniente quedan iluminados, mientras que el Norte y Oriente, en sombras.
Salazar Gamboa comentó que “todo parece indicar que éste acontecimiento, bien pudo representar a los mayas el anuncio del período de la cosecha de semillas y frutos, y que su máximo acercamiento al norte establecía el día más largo del año”.
Mencionó que los astrónomos de diversas culturas constataron que en esta fecha, el Sol tiene su máxima declinación al norte, y es en esta fecha “cuando el Sol parece detenerse al llegar a su máximo desplazamiento sobre el horizonte”.
Enunció que al menos en la Península de Yucatán, se registra un suceso peculiar, ya que el solsticio de verano se registra 28 días después del paso del Sol sobre el cenit, es decir, el equivalente a una lunación.
Lo más sorprende aún, es que 28 días después, se registra el segundo paso del Sol sobre el Cenit, con lo que se cierra el analema, es decir, “un ocho que se forma en la bóveda celeste si durante el año se toma una foto del Sol a la misma hora”.
Remarcó que desde el punto arqueoastronómico, se registran fenómenos de luz y sombra en edificios de diversas ciudades precolombinas mayas, tal el caso de Dzibilchaltún y Chichén Itzá, principalmente.
Recordó que en 1997 descubrió el fenómeno arqueoastronómico del solsticio de verano en el Castillo de Chichén, pero fue hasta el 21 de junio de 2007 cuando el INAH le dio el respectivo reconocimiento.
Desafortunadamente, dijo, “no se promueve este singular acontecimiento, y lo peor de todo, no me permiten el acceso para observarlo”.