Yucatán se encuentra entre los diez estados con mayor consumo de refrescos embotellados, azucarados y endulcorados. De acuerdo con cifras de Euromonitor, en promedio cada mexicano consume 163 litros anuales de refresco; sin embargo en Yucatán la cifra aumenta hasta 200 litros por persona anualmente, según indica este reporte.
El problema del consumo de refrescos embotellados afecta al 90 por ciento de la población nacional; sin embargo, los estados de la zona del Itzmo de Tehuantepec y la Península de Yucatán se ubican entre los que consumen por encima de la media nacional, lo que advierte sobre los serios problemas de enfermedades degenerativas y cardiovasculares.
Según el reporte de Euromonitor, Chiapas es el estado con mayor consumo de embasados refrigerados con un total de 821,25 litros por persona anualmente, una cifra por demás escandalosa, ya que, en promedio, en Estados Unidos, un norteamericano en promedio consume 118 litros anuales por persona.
En el reporte se detalla que, los estados con mayor consumo de refrescos son: Chiapas: 821.25 litros; Tabasco, con un estimado superior a 300 litros, Oaxaca de entre 250 y 300 litros; Veracruz, alrededor de 250 litros; Campeche de entre 230 y 270 litros; Yucatán, alrededor de 220 litros; Quintana Roo, entre 200 y 230 litros; Guerrero cerca de 200 litros; Hidalgo con un estimado de 190 a 210 litros y Puebla entre 180 y 200 litros.
Según este mismo estudio, el gasto promedio anual por persona en Yucatán en refrescos embotellados supera los 10 mil pesos por persona. Ahí mismo se detalla que, ln promedio de consumo de un yucateco es de 800 botellas de una onza (296 mililitros) al año.
El caso más extremo es Chiapas, donde el consumo per cápita anual alcanza los 821.25 litros, según cifras del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). Esto equivale a más de dos litros diarios por habitante, una cifra sin precedentes a nivel global.
Esta situación se agrava en comunidades rurales, donde el refresco ha reemplazado al agua potable como bebida cotidiana, en parte por la escasez del servicio público y por la profunda inserción cultural del producto.
El contraste es notorio si se compara con entidades del norte o centro del país donde, aunque el consumo sigue siendo alto, no alcanza los niveles extremos observados en la zona de la península de Yucatán.
Además de los factores estructurales, se suman elementos culturales: en muchos hogares el refresco es parte habitual de la dieta diaria, e incluso se utiliza en ceremonias religiosas o como sustituto del desayuno.
Esta “normalización” del refresco ha generado un entorno de consumo difícil de revertir, a pesar de las advertencias sobre su impacto en la salud.
La combinación de falta de agua segura, precios accesibles del refresco, y una tradición publicitaria muy consolidada hace que estos estados sean los más vulnerables al consumo excesivo de bebidas azucaradas.