*Por Bernardo Caamal Itzá.
En tierras mayas del sureste mexicano, se destaca que la variación de la temperatura comenzó a notarse en la década de los setenta. Las lluvias se volvieron irregulares y la temperatura cambió drásticamente.
Durante esa misma década, el gobierno mexicano promovió programas nacionales de deforestación que afectaron gravemente la apicultura, y con ello, a quienes dependen de esta actividad para subsistir.
Sin embargo, incluso hoy en día, sigue haciendo falta una verdadera conciencia sobre el cuidado de los recursos del planeta. La educación ambiental sensible a la realidad aún es escasa. En muchos casos, las acciones se reducen a una foto oficial y un boletín, pero en la práctica, no se hace nada significativo.
Los manglares costeros, las lagunas —como el caso de Bacalar— y otros recursos naturales están siendo afectados por intereses económicos. Lo más preocupante es que muchas de estas acciones provienen del mismo gobierno, utilizando recursos públicos para fines oscuros.
Mientras tanto, empresas como granjas porcícolas, refresqueras y de bebidas alcohólicas buscan minimizar costos, pero siguen haciendo un mal uso del agua y contaminándola, afectando directamente a la ciudadanía.
Por otro lado, vastas extensiones de ejidos están siendo “subastadas”, con menonitas y otros actores apostando únicamente por la rentabilidad, sin importarles en lo más mínimo la vida. El monocultivo intensivo y el uso indiscriminado de agroquímicos están afectando directamente a las abejas, los animales y la biodiversidad.
Entre deforestación y mal uso de los recursos naturales, se agravan las olas de calor. Y con los “apagones”, tanto el gobierno como la ciudadanía parecen mantenerse indiferentes.
No obstante, los efectos del cambio climático en el territorio son cada vez más evidentes: oleadas de calor, inundaciones, ciclones… fenómenos que, en segundos, revelan el poder de la naturaleza en su búsqueda por recuperar el equilibrio. Esto demuestra que la población debe asumir un compromiso real con la vida. ¿De qué sirve el dinero si, en un instante, un ciclón destruye lo construido o un incendio arrasa con el patrimonio de toda una comunidad?
Hoy, 26 de marzo, al conmemorar el DÍA MUNDIAL DEL CLIMA —fecha declarada en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992 para generar conciencia sobre la importancia del clima y su impacto sobre la humanidad— reconozcamos no solo nuestra bipolaridad entre discurso y acción, sino también que ha llegado el momento de ofrecer alternativas, desde nuestro compromiso individual y colectivo.
Báax ka waalike’ex je’el u beytale’
*Ingeniero agrónomo, periodista y locutor.