Cuando pensamos en la empresa Bose, lo que se nos viene a la cabeza son sus altavoces y auriculares, considerados de muy alta calidad. Sin embargo, hace casi 40 años, la compañía sorprendió a la industria automovilística con una innovación completamente fuera de su campo: un sistema de suspensión electromagnética para vehículos. Esta tecnología prometía un confort de conducción muy superior a los anteriores, pero su elevado coste la dejó fuera del mercado. Esta es la historia de un invento rompedor, pero que se quedó sin recorrido.
El origen de una idea revolucionaria
La historia de esta innovación se remonta a la visión de Amar Gopal Bose, fundador de la empresa en 1964. Bose tenía una gran pasión por el audio, pero también mostró interés en mejorar la experiencia de conducción. Este interés le llevó a investigar sistemas de suspensión avanzados que pudieran ofrecer una conducción más suave y estable.
Por eso, en 1980, Bose intentó reclutar a Bob Maresca, un ingeniero especializado en electrónica, magnetismo y sistemas de control. Aunque Maresca no quiso trabajar para ellos y prefirió estar con Philips, finalmente se unió al “Project Sound” de Bose en 1986, con el objetivo de desarrollar el sistema de suspensión electromagnética para automóviles.
¿Cómo funciona el sistema?
La idea de Bose consistía en motores electromagnéticos lineales instalados en cada rueda del vehículo. Estos motores contenían imanes y bobinas que, al recibir la energía eléctrica, se podían extender o retraerse rápidamente, contrarrestando las irregularidades del camino y proporcionando una conducción muy suave. Todo el sistema estaba controlado por un ordenador que ajustaba en tiempo real la respuesta de la suspensión según las condiciones del asfalto.
Pese a que se mostró muy eficaz en las pruebas, el sistema tenía varios problemas muy difíciles de sortear:
- El coste era muy elevado. El sistema y sus componentes eran muy complejos, por lo que su precio subía demasiado incluso para los fabricantes de coches de lujo. Empresas como Ferrari o Rolls-Royce pensaban que eran demasiado caros para sus vehículos. En parte, este gran aumento de coste era por los ordenadores que controlaban todo. Estos eran mucho menos potentes que los que usamos hoy en día para jugar en línea que requieren de una gran potencia para disfrutar apropiadamente de los gráficos avanzados de algunos de estos juegos, pero también eran muy caros para la época.
- Peso adicional. Estas suspensiones añadían un peso considerable al vehículo, afectando a su rendimiento y eficiencia sobremanera.
Por esto, pese a que las ventajas eran muy importantes, el proyecto no consiguió mucho recorrido y jamás llegó al mercado masivo.
El futuro de la suspensión activa
Las suspensiones electromagnéticas de Bose nunca se llegaron a comercializar, pero eso no quiere decir que no hayan dejado la idea en el imaginario colectivo. De hecho, la propia empresa llegó a adoptar esta tecnología en 2010, para desarrollar sistemas de suspensión para asientos de camiones, mejorando la comodidad de los conductores en largas distancias.
Además, la empresa ClearMotion ha retomado la idea de Bose. En la última década, han trabajado en su propia versión, conocida como CM1 o Activalve. Este sistema usa un núcleo electrohidráulico controlado por software para ofrecer una conducción suave y adaptativa. Porsche también ha mostrado interés en la tecnología, por lo que podríamos ver su implementación en vehículos de alta gama en un futuro cercano.