[vc_row][vc_column][vc_column_text]Nací en Mercedes, Provincia de Buenos Aires, de dos padres que no son lectores. Sin embargo le salieron tres hijas fanáticas de los libros. Cuando tenía ocho años me regalaron “Mujercitas”, de Louise May Alcott. Lo leí ciento de veces, todavía recuerdo párrafos de memoria. Un día se dieron cuenta que necesitaba otro libro y ahí llegaron a la casa la colección Robin Hood y Billiken, con miles de historias. Mis hermanas y yo seguimos el mismo caminito literario.
No fui una alumna destacada. Tenía mucha facilidad para las materias como literatura, historia y sociales. Me costaba mucho matemáticas, física y química pero nunca reprobé. Hasta que arranqué Abogacía y me bocharon en el primer examen. Creí morir, pero resurgí como el Ave Fénix.
Hice dos años de Abogacía, aprobé diez materias y abandoné. Años después comencé Letras y también abandoné. Hasta que me enteré de la existencia de TEA (Taller Escuela Agencia) donde enseñaban Periodismo de una forma muy especial: los docentes eran todos periodistas que trabajaban en medios, llegábamos a las 8 pm, nos daban clase, nos impartían una comisión y salíamos a la calle a hacer la nota. De regreso, nos esperaba una redacción (igualita a las que existen) y ahí escribíamos la nota con hora de cierre o deadline. Era adrenalínico y tenía 26 años.
La literatura que ya traía encima, viajes, muchas películas, soundstracks y demás, me ayudaron muchísimo a escribir como se debe: simple, limpio, corto, crudo, sin vueltas. Y en esas sigo.
Cuando viví en Mérida hace once años trabajé casi cinco en el Diario de Yucatán como redactora y también hacía reportajes y notas de vez en cuando. Aprendí mucho. Cuando regresamos a Buenos Aires, escribí en tres blogs, redacté durante años las crónicas de Alejo Bayote (un yucateco que vive en Buenos Aires) que salieron en mis blogs y más tarde en la revista Replicante. También colaboré con algunos medios de acá y de Argentina. Para ganarme la vida, tuve también chambas que nada tenían que ver con el periodismo, como administradora de seguros (¿Se acuerdan que no se me daba lo de las matemáticas? Bueno, imagínense cómo la pasé).
Durante casi tres años hice cursos de guion. Me encantó y también me enseñó bastante a escribir y a entender más el cine y las series, de las que soy fanática. Con un cuate que se llama Daniel Herrera –de Torreón, él- y que todavía no conozco personalmente, escribimos el piloto de una serie que alguna vez va a romper todo los esquemas. Lo sé, estoy segura.
De regreso a Yucatán hace medio año, me entrevistaron en el Diario para la sección Nacional/Internacional, pero los horarios de trabajo de #elmaridoyucateco y míos no eran compatibles para cuidar a los hijos, así que dije que no. Me dio pánico de quedarme sin chamba pero Yucatán Ahora me dio la oportunidad de trabajar y acá estoy, escribo y hago vivos en Facebook con René, lo cual nos divierte muchísimo. Y creemos que vamos perfeccionándonos con el tiempo. Hacemos buena dupla.
Trabajo con gusto y oficio. Pregunto en forma “cruda y directa” porque creo que es la manera de obtener una mejor respuesta del entrevistado, con quien casi siempre hago buenas migas. Si preguntara “con vueltas” obtendría respuestas iguales, lo cual me da muchísima hueva. Y además no sirve, no es periodístico.
Tengo residencia permanente mexicana por ser mamá de una mexicanita nacida aquí. #elmaridoyucateco también es de acá, claro, y el más chiquito de la familia –nacido en Buenos Aires- obtuvo la nacionalidad mexicana apenas se bajó del avión.
Me levanto todas las mañanas muy temprano y de buen humor porque voy a trabajar, creo que no es poca cosa. Le pongo garra y risa, porque me hace bien y porque creo fielmente en la empatía. Tengo 45 años y me siento una “chavorruca”, siento la cabeza y el cuerpo jóvenes y #elmaridoyucateco también (aunque él tiene pancita sexy de cerveza). Creo que se debe a que tenemos hijos chicos, siento que nos quita años ver la vida desde sus ojos.
Escucho música todo el tiempo y ahora le estoy metiendo duro y parejo al Hip Hop y me encanta. Siento que la generación que nos sigue es inquieta y puede hacer muchas cosas, por eso me encanta darle espacio para que se muestre, se luzca, hable y todos los detractores cierren la boca.
Siento que hay mucho por hacer, en todos los ámbitos. El tema es tener ganas. Por eso, parafraseando a los Illya Kuryaki, yo no dejo de “Mover el coolo”, eso grita mi alma.
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