[vc_row][vc_column][vc_column_text]A los 11 años M.N.C.K. conoció y se enamoró de Francisco Javier V.C., quien ese entonces tenía 18 años. Pensó que sería el amor de su vida, pero la dura realidad se encargó de demostrarle todo lo contrario.
Solo la muerte, de la que ahora la acusan, pudo salvarla de ese entorno violento donde eran frecuentes las riñas con su joven marido.
Por eso cuando discutieron en la casa que ocupaban en Sol Caucel ninguno de los familiares con los que compartían la vivienda intervino. Solo lo hicieron cuando vieron que había sangre de por medio.
Los hechos, como informamos en su oportunidad, ocurrieron la noche del lunes 14 de octubre, en el citado predio de Sol Caucel, donde perdió la vida Francisco Javier, de 24 años.
En audiencia de más de 10 horas ante la juez especializada en justicia para adolescente, la joven madre de dos niñas aseguró que ella no lo mató sino que él mismo se lesionó con un cuchillo, pues no era la primera vez que atentaba contra su vida.
En esta ocasión lo hizo como si se tratara de un harakiri, al estilo japonés.
La casa tiene dos cuartos, en uno de los cuales vivían ella y su marido con las dos niñas, y en el otro en ese momento estaban su suegro y uno de sus cuñados, pero ninguno intervino cuando peleó la pareja, pues ya estaban acostumbrados a las frecuentes riñas conyugales.
Luego de este testimonio, la juez desechó la agravante de traición, además de que la mecánica de los hechos no fue establecida correctamente por los fiscales.
Otro dato adicional: el arma estaba manchada de sangre, pero no tenía huellas dactilares.
La juez otorgó un plazo de un mes y medio para el cierre de las investigaciones y ratificó la medida de internación preventiva, la cual fue ampliada a cinco meses, por lo que la joven permanecerá en el Ceama.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]