“Ya es famoso tu local”, le comenta un cliente al dueño de la frutería La Siembra, ubicada en la calle 21 de Chuburná.
“Sí, ya somos famosos, pero de la peor manera”, se apresta a responder el joven propietario del establecimiento donde José Eduardo Ravelo Echavarría trabajó durante tres meses.
José Eduardo, como se ha difundido ampliamente, falleció presuntamente tras ser torturado y violado por agentes de la Policía Municipal de Mérida.
Su caso ha tenido trascendencia nacional, incluso ya intervino la Fiscalía General de la República para realizar nuevas investigaciones, luego de que un juez de control determinó que no había motivos para vincular a proceso penal a los policías acusados y ordenó su liberación.
El pasado domingo 22 de agosto, aproximadamente a las 7 de la noche, llegaron a La Siembra agentes de las diversas corporaciones que participan en las diligencias del caso: FGR, Policía Estatal de Investigación y Fiscalía General del Estado.
A esa hora el establecimiento ya estaba cerrado, pero fue abierto porque los dueños viven en el mismo predio.
El joven propietario dio todas las facilidades para realizar las diligencias y respondió a las preguntas que le formularon los investigadores.
Muchos de sus clientes apenas se enteraron que ahí trabajó José Eduardo durante tres meses. Son inevitables las preguntas y a muchos les queda la duda si en alguna ocasión trataron con el joven veracruzano.
Recién contratado, Ravelo Echavarría vivió un mes ahí en la frutería, pero luego consiguió un departamento cercano, siempre sobre la calle 21 en su cruce con la avenida 128 (Mérida 200).
Cuando sucedieron los lamentables hechos ya no era empleado de la frutería, tenía unos días de haber dejado el trabajo y estaba en busca de otro empleo.
Por esto estaba en el parque de San Juan el día que fue detenido (21 de julio).
Al día siguiente, cuando salió de prisión, recurrió a su antiguo partrón pues no conocía a nadie más que pudiera ayudarlo.
Lo que sucedió después ya es parte del expediente con el que se busca justicia para José Eduardo.
Lo que el dueño de la frutería conoció de Ravelo Echavarría durante los tres meses que fue su empleado, haya sido bueno o malo, prefiere reservárselo en respeto a la memoria del difunto.