México alcanzaría hacia el año 2030 la capacidad para producir suficiente etanol que permita reducir de manera significativa el consumo de combustibles fósiles, iniciando con su uso en las principales metrópolis del país, según estimó Juan Andrade Durán, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Campeche.
El especialista señaló que, aunque el país cuenta con los recursos naturales y la infraestructura básica para desarrollar biocombustibles, el avance ha sido lento debido a la dependencia histórica del petróleo.
“Como somos un país petrolero, siempre nos hemos ido por la cuestión fácil, tenemos el petróleo y lo ocupamos. Pero tenemos que diversificar las energías que usamos para no enfrentar problemas a futuro”, indicó.
Destacó que la Península de Yucatán tiene un gran potencial para producir biodiésel y etanol gracias a sus especies nativas, como las palmas con alto contenido de triglicéridos, que podrían aprovecharse sin alterar el equilibrio ambiental.
“Podemos tener muy buenos insumos para la producción de bioetanol, además de explorar el uso de algas marinas como fuente alternativa”, señaló.
Andrade Durán subrayó la necesidad de mayor inversión e investigación en el sector energético, así como de programas que promuevan el uso de plantas pequeñas para la producción local de biodiésel.
“Cualquier persona que tenga un tractor puede tener una pequeña planta de biodiésel de 50 litros. Yo tengo una y produzco unos 60 litros al mes con aceite residual, que uso como aditivo en el combustible del tractor de mi abuelo”, relató.
El académico enfatizó que los biocombustibles no sustituyen a los combustibles fósiles, sino que los complementan.
“Los biocombustibles no van a cambiar los combustibles simplemente porque la demanda es gigantesca. Pero si usamos un 5 o 10% de biocombustible, reducimos gases de efecto invernadero y mejoramos la eficiencia”, explicó.
Recordó que en 2009 el gobierno federal planteó un programa para incorporar etanol en las gasolinas de Guadalajara, Ciudad de México y Monterrey, con una meta de alcanzar un 2% de mezcla para 2025, objetivo que no se ha cumplido.
“No es que no haya voluntad, pero se necesita un plan a largo plazo bien estructurado. Tenemos los ingenios azucareros que podrían diversificar su producción y vender tanto azúcar como alcohol”, añadió.
En ese sentido, propuso incentivar la producción de cultivos energéticos ya existentes, como la caña de azúcar y la palma aceitera, para aprovecharlos también en la generación de bioenergéticos.
“El productor no tendría que cambiar su cultivo, sólo obtener un subproducto. Cuando el precio del aceite baja, puede destinarse a la producción de combustible”, explicó.
Finalmente, Andrade Durán recalcó que el futuro energético del país depende de la diversificación.
“No se trata solo de biocombustibles, sino de aprovechar la energía solar, eólica y térmica. La clave está en tener opciones que permitan reducir costos, mejorar la eficiencia y, sobre todo, disminuir la contaminación”, concluyó.




